Viñeta 2: Aprender a enseñar
Niño: Yo creo que se podría aprender sin odiar lo que estudiamos.
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Creo que todos somos la prueba viviente de que los contenidos que nos meten en la cabeza a base de fuerza se nos olvidan. Esto se debe a dos motivos:
1. “Aprendemos” a base de memorismo: Memorizamos todos los contenidos que entran en un examen y, tras vomitarlos en éste, le damos al botón de “reset” y nos olvidamos de todo.
2. Los contenidos no nos parecen atractivos: Ya sea porque los profesores no saben transmitir el interés que les provocan, o bien porque ni siquiera ellos están interesados en lo que quieren enseñar.
Tal vez la mejor solución sea subsanar el segundo problema, para así cambiar a su vez el primero. Esto no es más que una acción que debe realizar el maestro según el problema que detecte. No podemos enseñar un contenido si no sabemos transmitirlo correctamente, y para esto debemos saber conectar con los alumnos. Debemos tener en cuenta la edad de los niños, sus intereses… aparte de conocer técnicas que hagan las clases más amenas.
La mayoría de la gente recuerda aquello que descubrió por sí mismo o lo que aprendió de manera diferente… ¿no nos da ninguna pista de cómo educar? Seguimos empeñados en tener a los niños sentados en silencio mientras la maestra les da todo hecho, todo impuesto. Estamos en el “educare” de Montaigne, llenando cabezas, pero ni se nos ha pasado por la nuestra que los niños también deben participar en su propio aprendizaje. Da igual que se equivoquen una o mil veces, cuando lleguen a la solución correcta la recordarán durante bastante más tiempo que si se la damos y les pedimos que la memoricen.
Aunque lo que es verdaderamente reprochable es que alguien enseñe algo que detesta y pretenda que por ciencia infusa a sus alumnos les guste su asignatura. Menuda hipocresía ¿Cómo pretender que los niños se diviertan aprendiendo si no nos divertimos enseñando? El desinterés es demasiado fácil de transmitir; basta una simple pose, un tono de voz monótono y carecer de expresión facial y… ¡voilà! Ya tienes un grupo que detesta tu asignatura simplemente porque tú lo haces también y no ni siquiera intentas evitarlo. Lo peor no es que la odien mientras tú la impartes, sino que deja una marca que les provocará rechazo hacia la materia en el futuro, a menos que otro/a maestro/a les cambie la forma de ver la materia.
Esta vez, la viñeta transmite un sueño lejano, una utopía. Odiar el colegio es algo que viene de hace tanto tiempo que parece lo normal. La frase es apenas un desafío murmurado que pide a gritos que se cambie el método de enseñanza. Es cierto, se puede aprender sin odiar lo que se estudia; sólo es cuestión de que lo recordemos y que cuando nos llegue la hora de estar frente a una clase no cometamos los errores que se llevan cometiendo tantos años. Mientras tanto, aprendamos a enseñar.
María Vallejo García.
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